martes, 25 de abril de 2017

El beso de la guerra


Soñé que te besaba...
en mi poema, soñé que te besaba:
besaba tu cuello,
besaba tu espalda,
besaba tu abdomen,
besaba tus manos.
En mi poema, soñé que te besaba:
besaba tus muslos,
besaba tus ingles,
besaba tus labios
y también los labios de tu boca.
Hoy quiero refugiarme en el presente
para exterminar los vestigios del pasado.
Hoy quiero olvidarme de los conflictos del mundo
para perderme en las utopías de nuestro amor,
perderme,
quiero perderme
como lo hice en cada recoveco de tu cuerpo:
pero ya no estás conmigo,
te fuiste a la guerra y perdiste la vida:
perdí yo,
perdió el país,
perdimos todos.
Por eso hoy quiero beber hasta vomitar,
quiero fumar hasta reventar
y quiero fornicar hasta quedarme sin piel:
pero ya no estás conmigo.
Lloro por la sangre derramada y por los cuerpos derribados,
lloro por el odio pregonado y por el llanto vertido,
lloro por la ceguera permanente de los pueblos
y por la penumbra cotidiana de los días,
pero sobre todo, lloro porque ya no estás conmigo.
Cuando imagino tus besos, me saben a sangre,
cuando imagino tu cuerpo, lo siento frío,
cuando imagino tu voz, la escucho rota,
cuando imagino tus ojos, ya no tienen mirada.
Soñé que te besaba...
en mi poema, soñé que te besaba toda, entera,
sin dejar espacio virgen en tu piel:
besaba las heridas de una mujer aniquilada,
besaba las esquirlas de un amor extinto,
besaba los sueños de un país vencido.
En mi poema, soñé que te besaba,
y cuando desperté,
volví a sentir la ausencia helada de las sábanas,
volví a tener deseos de imaginar tu cuerpo con el trazo de mis manos.
Más tarde,
escuché las primeras bombas que caían de este lado:
así que tal vez,
hoy estaremos juntos antes de que vuelva a despertar solo,
derrotado,
recordándote.