sábado, 11 de febrero de 2017

El poema infinito


Escribo poesía sin conocerte,
sin que me conozcas
y la escribo a solas, aislado,
pero contigo.
Escribo poesía mientras algunos hacen el amor
y otros rompen sus relaciones,
mientras algunos se enamoran
y otros se reconcilian.
Escribo poesía mientras algunos nacen
y otros mueren,
mientras algunos enferman
y otros sanan.
Escribo poesía mientras se hace la guerra
o se declaran pactos de paz,
mientras algunos fraguan algún delito
y otros se rinden ante la culpa.
Escribo poesía sin conocerte,
sin que me conozcas
y la escribo a solas, callado,
pero contigo.
Escribo poesía mientras las aves cruzan el cielo,
las manadas atraviesan la tierra
y los cetáceos surcan los mares.
Escribo poesía mientras alguien ríe
y otro llora,
mientras alguien recibe una gran noticia
y otro siente que su vida se desmorona.
Escribo poesía mientras algunos rezan
y otros blasfeman,
mientras algunos odian
y otros perdonan.
Escribir poesía
es un acto de rebeldía, de confrontación,
de librar primero la batalla consigo mismo
y después declarar la paz con el entorno.
Escribo poesía porque cada poema
vibra con el mundo, se entrelaza con el tiempo,
pertenece a cada ser que respira
y rememora a todo a aquel que ya no vive.
Escribo a solas, aislado
y en silencio,
pero contigo,
porque la poesía es de todos,
todos somos poesía
y cada poema que yo escribo
no es mío,
es tuyo, de aquel, del mundo entero.
La vida sigue
y el poema se detiene,
el poeta muere
y la poesía subsiste.

Escribo poesía sin conocerte,
sin que me conozcas
y la escribo contigo,
porque todos somos el poema,
el poema infinito.

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