La putrefacción del arte



En un mundo donde el arte es eclipsado por la superficialidad, los artistas luchan en un sistema que valora más la trivialidad que la expresión genuina del alma. Mientras algunos rubros vacíos y efímeros acumulan riquezas desproporcionadas, los verdaderos artesanos del espíritu luchan por sobrevivir.

Es desconcertante ver cómo la sociedad eleva a la fama y la fortuna a figuras carentes de sustancia, cuyas contribuciones al mundo se desvanecen con el tiempo. Mientras tanto, los artistas auténticos, cuyo trabajo despierta emociones, provoca reflexiones y trasciende generaciones, apenas logran subsistir.

El valor del arte genuino se desvanece en un mercado saturado de productos insustanciales que solo buscan el lucro rápido. Mientras tanto, los artistas enfrentan dificultades para monetizar su obra, siendo forzados a comprometer su integridad creativa en aras de la supervivencia económica.

Es hora de cuestionar este desequilibrio y reevaluar nuestras prioridades como sociedad. El arte no debería ser relegado a un segundo plano mientras se enaltece lo trivial. Necesitamos reconocer el valor intrínseco del arte y apoyar a aquellos que dedican sus vidas a enriquecer nuestra experiencia humana con su creatividad.

Es imperativo que como sociedad reconozcamos y valoremos el papel fundamental que juegan los artistas en nuestra cultura y evitemos que su labor se vea opacada por la superficialidad y el consumismo desmedido. El arte auténtico merece ser apreciado, respetado y recompensado justamente en una sociedad que aspira a la verdadera grandeza.


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