Soy los versos que escribí




Cuando decidí ser escritor, pensé que solamente escribiría cuentos y novelas, pero nunca pasó por mi cabeza escribir poesía. Y la verdad es que debí sospecharlo si hubiera sido más analítico conmigo mismo, pues toda la narrativa que me gustaba en ese entonces tenía algo de prosa poética, eran esos fragmentos donde yo decía ¡qué belleza! Y eran también los que me hacían decir “yo quiero escribir así”. No obstante, transcurrieron seis años —¿o siete?— para que yo descubriera mi gusto por la poesía. Antes hubo un lapso de ir y venir, intentando, experimentando, primero con novelas fallidas; luego con cuentos más presentables, pero al fin y al cabo sin comunicar ni conmover de la forma que yo quería.


"Mis pasos aún son pensamientos que pronto han de caminar”, dice mi poema Caminata, el más personal hasta hoy. Y continúa, “El recorrido se vuelve escritura: / más que las manos, los pies escriben”.


Y justo ahí es donde está la transformación que viví, tuve que pasar por distintos géneros literarios para llegar al punto donde más cómodo me siento y donde mis ideas fluyen de la mejor forma. Hoy por hoy, lo digo sinceramente, ignoro si volveré a escribir cuentos, pero sí estoy seguro que la poesía llegó para siempre.


“Caen las ideas, / caen ciertos poemas / y camino para escribirlos / pero se elevan. / El cielo se bautiza de poesía”. (Caminata).





No sé qué me pasó cuando entré en “modo poeta”, pero la manera de escribir fue muy diferente a la que tenía como cuentista. Ya ni se diga como novelista. En un principio creí que era por el temor a las metas a largo plazo (siempre me ha gustado tener logros constantes, ya que cuando una meta se extiende demasiado, me descompongo), pero no, el problema fue llenar todos los huecos donde la trama no es tan intensa, por ello en el cuento me sentí un poco mejor y en la poesía como pez en el agua. Es decir, estoy hecho para el relámpago.


“Antes del primer destello, / antes de la primera piedra, / antes del primer árbol, / yo quería ser poeta”. (El eco del poeta).


Además, los temas que se me ocurrían eran más comprometidos, más intensos, más de voz en pecho. Eran temas enormes y eternos como la muerte, el paso del tiempo, la guerra, así como el erotismo y el amor. Pensar en escribir un poema significaba colocarme a una distancia y a una altura que no conocía. Y estar en ese punto me causó fascinación.


Eso sí, el tono y el vocabulario que ocupé en mis primeros cuentos prevalecieron en mis poemas, sigo siendo un escritor de lo trágico, lo lóbrego y lo trasgresor. Creo que en esa tesitura es donde mejor logro mi objetivo: sacudir, derrumbar. Me gusta llevar al lector a una atmósfera y a una emoción que lo saque de la bonanza y el confort.


“Yo soy el sendero de la noche, / donde se alzan las espadas, / donde se petrifican los ojos, / donde se siembran los cadáveres”. (Indicium mortis).


No soy de los escritores que se imponen horarios y metas. Lo he intentado y solo escribo sandeces. Yo soy de los que esperan el día y el momento exactos -como aquel que espera el eclipse-, para que las ideas fluyan por obra milagrosa. Siempre he funcionado de esa forma y es como mejor me siento. De hecho, por eso tengo una frase que me define muy bien: “Escribo como si me dictaran, lo demás es página en blanco”.


En Noviembre de 2016 escribí el primer intento de poema. Al principio me gustó, pero conforme escribía otros y los comparaba, este primer chispazo resultó ser digno de olvidar. ¿Cuál es el primer poema que yo consideré serio? Sin lugar a dudas fue “El poema infinito".


“Escribo poesía sin conocerte, / sin que me conozcas, / y la escribo a solas, callado, / pero contigo”.


Recuerdo que mientras lo escribía, por mi mente pasaban muchas imágenes, muchas emociones y muchos rostros. Fue un ejercicio semejante a recolectar pedacitos de eternidad: entonces comprendí hasta dónde puede llegar la poesía y de lo que es capaz el poeta. Y a partir de ese momento se desbocó una miríada de poemas que culminó en un trabajo de cuatro años y medio. El eclipse del que hablé renglones arriba había llegado.


“El cosmos brindó la promesa / de proteger a los navíos, / bendijo dicha empresa / infundiendo nuevos bríos”. (El eterno fuego del umbral).





Conforme tenía más poemas culminados, más confuso era el mosaico de mi obra. Desfilaban el amor y la ternura por aquí, el reclamo y la acusación por allá, la metafísica y la reflexión más adelante, lo ruin y lo ufano después. En fin, me parecían temas y tonos muy revueltos para un mismo libro, pero aprendí a esperar, permití que el tiempo tomara su curso y que mi mente sosegara la emoción de ser “nuevo poeta”. Hasta que llegó la chispa. Resolví seccionar el libro por poemas afines, dando a cada sección un título que la definiera. Y el libro, ¿qué título tendría? Pensé en varios, siempre con el deseo de transmitir un halo de paz, de quietud, y al mismo tiempo de crisis y agitación, pero además, que tuviera cierta fonética y propusiera una buena imagen para la memoria. Así que decidí “La luz y el estruendo”. Respecto a las secciones, quedaron así:


● Obertura

● El abismo que nos nombra

● Mi sed eres tú

● El antro de las mariposas

● Intermedio

● De la furia y el caos

● Astrobelius

● En el nombre del trueno

● Clausura.


“He vivido tantas vidas que en cada una de mis manos yacen los primeros hombres, / en cada uno de mis ojos brilla el fuego del origen, / en cada uno de mis pies palpitan los milenios. / He vivido tantas vidas que de mi boca se escucha a mis ancestros, / de mi pecho brotan las voces de la historia, / de mi espalda se sostiene el orden primigenio”. (Astrobelius).





En Septiembre de 2021, tuve la gran oportunidad de introducir mi libro una cadena de librerías. No lo hice solo, fue con el apoyo de profesionales en la gestión y distribución editorial. Por fin, el faro que busqué durante años aparecía en mi vida.


“Ahí donde hubo guerra, / ahí donde hubo llanto, / ahí donde hubo sangre, / ¡increíble! / aún crecen las flores”. (Alfa y omega).


En este año, vuelvo a tener el privilegio de introducir mi libro en otra cadena de librerías, la cual tiene mayor expansión, tanto nacional como internacional. Esta aventura es profundamente emotiva para mí, saber que mi libro está disponible para diferentes países, al alcance de cualquier persona, es algo invaluable.


“Me elevo entre la luz y me pregunto: / ¿Dónde está la época en la que volveré a nacer? / ¿Dónde están los padres que me arrullarán? / ¿Dónde está la partícula que fui, que soy, que seré?” (Espejos del tiempo).



Conoce más sobre mi libro y lee algunos poemas ingresando aquí.





Mi libro es un retrato del claroscuro en el que se ha convertido el ser humano del siglo XXI. Entre la poesía lírica y la poesía narrativa, el poemario aborda temas como la guerra, las catástrofes naturales, el fin del mundo, el paso del tiempo, la eternidad, el amor, el erotismo, el desamor, la soledad, la muerte, la metafísica y el cosmos.


“Avanzan rumbo al fin del mundo / antes de que se termine su mundo. / Van aprisa, van en urgente procesión para llegar al portal”. (El arpa y el relámpago).


Ignoro cuántas personas han leído mis poemas, pero me alegra sobradamente saber que la chispa que un día brotó de la nada ha llegado a las manos de alguien que aún no conozco. A ellos, a ustedes, quiero decirles que les estoy absolutamente agradecido. De algún modo ya somos una especie de amigos y cómplices: yo toqué la puerta, ustedes la abrieron.


“Ahí donde hay un latido, / ahí donde hay una respiración, / ahí donde hay una voz, / ahí está mi pluma y mi esencia; / y desde ahora y después de mi muerte, / ahí estaré yo”. (El eco del poeta).



Sígueme y descubre mi obra poética

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