Las puertas, umbrales del yo

 


Las puertas, misteriosas guardianas de lo desconocido, encierran en su esencia mucho más que la simple función de separar espacios. Son umbrales que marcan transiciones, invitaciones a lo inexplorado y testigos silenciosos de encuentros y despedidas. Cada golpe, cada giro de llave, despierta la curiosidad del alma y anuncia la posibilidad de un nuevo comienzo o el cierre de un capítulo.

Las puertas son espejos que reflejan nuestras emociones más profundas. Al atravesarlas, dejamos atrás lo conocido para adentrarnos en lo incierto. El crujir de sus bisagras, el eco de su cierre, resuena en nuestras propias transformaciones internas. A veces, nos detenemos frente a una puerta, indecisos ante la incertidumbre que aguarda al otro lado, temerosos o esperanzados por lo que nos aguarda.

Cada puerta es una oportunidad para descubrir algo nuevo: un espacio por habitar, una experiencia por vivir, un rostro por conocer. Y así como las puertas se abren hacia adelante, también se cierran detrás nuestro, marcando el final de una etapa. En ese instante efímero entre el abrir y el cerrar, nos encontramos suspendidos en un limbo donde las posibilidades son infinitas y el futuro es una página en blanco lista para ser escrita.


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