La silueta amorfa




La silueta amorfa

Por J. Moz


Veo una silueta bajo la luz débil de una lámpara. A primera vista se asemeja a una gárgola en el pretil de una catedral. Cualquier persona disfrutaría el despliegue de su imaginación con esta figura ante sus ojos, pero ¿se le puede llamar figura o es una forma caprichosa como las llamas de una hoguera? La silueta se mueve lentamente, hacia atrás y hacia adelante, como si fuera un tierno arrullo. ¿Qué hace? ¿Qué piensa? ¿Qué intención tiene?

La noche es una escena en cámara lenta. El ambiente seduce a quien se asoma en aquella ventana. Cualquier ruido callejero se convierte en una marcha, en una cabalgata… y cada ululato, grito o ladrido se vuelve el bufo de una bestia. ¡Oh, bendita imaginación!

Si nos acercamos a la silueta logramos comprender que es una persona en su escritorio, con una mano en la frente y la otra sobre el papel. Sus movimientos son casi imperceptibles: la gárgola de tierno arrullo se ha transformado en un ogro de piedra. Su mirada está perdida en las cortinas de enfrente, semejante a un mentalista que está por demostrar la telequinesia. Es un poeta. Y más vale no molestarlo.

El arte es como un dios que ama por igual, quien desee acercarse es bienvenido, y en el acto se purifica el espíritu del nuevo adepto. No importa si es un Cervantes, un Shakespeare, un Homero, un Da Vinci, un Miguel Ángel, una Sor Juana, un Caruso o cualquier nombre que esté por llegar. ¡Alabado sea el arte! ¡Alabados sean sus hijos!

El poeta cambia abruptamente de postura y apoya los codos sobre el escritorio, la frente en las manos, como penitente, como suplicante que ruega con los ojos cerrados ante la cruz. “Obsecro te, domine”. ¿Qué pensamientos pululan por la mente de este hombre? ¿Qué imágenes lo abrazan?  ¿Qué impulso se adueña de su espíritu? ¡Oh, arte divino y caprichoso!

El poeta se mueve, se levanta, se encamina hacia la lámpara, la apaga y se marcha de la habitación: ha pasado una tormenta, un temblor, quedaron pensamientos en el aire, estrofas en el piso, metáforas en la pared. El poeta se ha ido pero ahí está, es volátil pero omnipresente. El poeta vive dentro de un hombre pero tiene individualidad, es un ser mágico, etéreo, cuya silueta no tiene forma. Además es muda y su contorno es casi invisible; en cambio, su esencia brilla por sí sola, habla, grita, canta… levanta la mano, el puño, la voz. También abraza, besa, apapacha, forma caminos, guía, da vueltas y parece que se pierde…

El hombre ya duerme, pero el poeta apenas comienza su odisea. Ya no hay tormenta ni temblor, ahora viene un meteoro en camino. ¡Ad astra per aspera!





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Comentarios

  1. Que elegantes letras, felicidades, gracias por compartir 🙏🏻

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  2. Muchas gracias por la felicitación. Con mucho gusto seguiré compartiendo. Saludos.

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